viernes, 16 de noviembre de 2012
Xi, China y la muerte de un adolescente
Karpongya vivía en Gartse, distrito de Tongren, provincia de Qinghai, China. De origen tibetano, decidió protestar contra el régimen chino cuando se llevaba a cabo en Pekín el imponente, monumental y coreográfico XVIII Congreso del Partido Comunista.
Y justo cuando Xi Jinping recibía los miles de aplausos tras pronunciar su discurso como nuevo mandamás del partido —y virtual presidente chino—, Karpongya decidía inmolarse con fuego. Tenía 14 años.
No ha sido el primero: el lunes otros dos tibetanos se suicidaron, también a lo bonzo, por el mismo motivo. En 20 meses han sido 72 personas las que han decidido inmolarse en tierras tibetanas.
Represión religiosa y cultural, denuncian los tibetanos —la mayoría budistas— por parte de China; Pekín aduce, por el contrario, que ha liberado al Tíbet de atavismos y de la pobreza rampante.
Pero, al parecer, Xi tiene cosas más importantes que hacer. Si existió o murió Karpongya poco le debe de afectar. Para Pekín, el tema Tíbet es un caso cerrado.
Y es que Xi gobernará en la próxima década a una China que se transformará —interna y externamente— como no lo hacía desde su revolución comunista.
China será referente obligado. Y en esta década su peso económico, diplomático y militar, se cimentará aun a pesar de los deseos de Occidente —y de la India.
Corrupción (un ejemplo: New York Times reveló que el patrimonio de la familia del primer ministro, Wen Jiabao, es de 2,700 millones de dólares), contaminación, luchas de poder dentro de la (aún) monolítica cúpula, pobreza en suburbios y zonas agrícolas, una sociedad civil que empieza a despabilarse —y una economía que si antes volaba muy alto, hoy tiene visos de una preocupante desaceleración—, son los grandes retos para Xi y para la “dirección colectiva”.
Xi tendrá en su riendas al gran gigante cuyas decisiones afectarán no sólo a más de mil 300 millones almas chinas, sino al mundo entero (eso lo incluye a usted y a mí) y a un Tíbet que merece vivir en paz, crecimiento económico y respeto irrestricto a sus tradiciones.
sábado, 10 de noviembre de 2012
'Big Bird, Bo' y el mundo respiran… por el momento
Abelardo (o Big Bird) debe estar pensando en restregar su amarillo plumaje en la cara de Romney al tiempo que le enseña a deletrear la palabra “L-O-S-E-R”; Bo, el perro sin raza pura (“como yo”, bromeó alguna vez Obama) seguirá haciendo hoyos en el jardín de la Casa Blanca por otros cuatro años más. No es para menos: Barack Obama logró la reelección.
No solo el pajarraco de Plaza Sésamo y el First Dog suspiraron de alivio ante el portazo a Romney, también el mundo entero (salvo Netanyahu y su tropa) se tranquilizó ante los resultados de las elecciones estadunidenses.
Pero mientras la familia Obama y los 65 millones de electores que votaron por el demócrata festejan, las manecillas no se detienen y llevan al 44° presidente a nuevos retos que, de no resolverse, pondrían en verdaderos aprietos a toda la comunidad internacional.
La Casa Blanca y el Capitolio lo saben: al tiempo que los estadunidenses ya viven la temporada de fin de año (Halloween se enlaza con el puente del Thanksgiving day del 22-25 de noviembre y de ahí, Navidad y al Happy New Year), el llamado “abismo fiscal” se ve cada vez más cerca.
Si los demócratas no logran ponerse de acuerdo con los republicanos —que dominan la Cámara de Representantes— para lograr recortar el enorme déficit, los impuestos aumentarán de manera automática el primer día de 2013 sin contemplaciones al mismo tiempo que habrá grandes recortes al gasto público.
Esto costaría a los norteamericanos 559 mil millones de dólares. Un verdadero precipicio para sus bolsillos. Recesión segura, presagian los expertos. Con una Europa hundiéndose (Alemania presenta ya cifras nada esperanzadoras) y una China que ya no crece tan vertiginosamente, el suspiro de alivio que el mundo exhaló tras conocerse el triunfo de Obama podría convertirse en un grave lamento.
Además, ya sabemos la vieja sentencia: cuando a Estados Unidos le da gripa, a México le da pulmonía.
¿Negro abismo a la vista? Si; de ahí el nerviosismo y las advertencias en los pasillos del poder de todo el mundo. Pero ni los demócratas ni los republicanos tienen instintos suicidas. Sabrán, deberán, pactar y lograr un consenso.
Obama cederá en algunos puntos y los republicanos, ante la estrepitosa derrota ideológica de sus propuestas fiscales y de recortes sociales, en otros.
Sus electores estarán observando… el mundo, también.
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