jueves, 13 de mayo de 2010

De Tácticas y Estrategias

Horacio Besson

Obama y los huevos de piedra


Semana de altas temperaturas. El Olimpo arde y Europa entra en pánico. En Londres, la reina no sabe aún con quién tomará el té de las cinco. Mientras, en América, la cruel agonía se hace presente en el Golfo de México.

En este contexto, el discurso pronunciado por Barack Obama en la ceremonia de graduación de la Universidad de Michigan, el 1 de mayo, pasó por demás desapercibido pese a la importancia del mensaje.

El presidente estadunidense nos habla de la esencia de la democracia: el respeto al otro, a sus ideas y al derecho de manifestarlas, difundirlas y ponerlas en práctica sin ignorarlas e incluso, recomienda, acercarse a ellas.

“Si usted es alguien que lee normalmente los editoriales de The New York Times (periódico progresista), trate de leer de vez en cuando los editoriales de The Wall Street Journal (conservador). Quizá le hagan hervir la sangre, quizá no le cambien su forma de pensar, pero la práctica de escuchar los puntos de vista opuestos es esencial para ser un verdadero ciudadano.”

Pero sus recomendaciones no sólo son para los lectores, el ciudadano común, sino para los políticos que usan la calumnia como estrategia: “Diseminar acusaciones de comunista o fascista puede servir para conseguir titulares, pero también tiene el efecto de comparar a nuestros rivales políticos con regímenes totalitarios y hasta sangrientos”.

Obama advierte: “Este tipo de descalificaciones y de retórica, cierra la puerta a la posibilidad de compromisos y erosiona la deliberación democrática”.

Y recuerda lo primario en la democracia, aunque corra el riesgo de ser calificado de ingenuo: “Se puede discrepar sin necesidad de demonizar a la persona con la que se discrepa, se pueden poner en duda sus juicios sin necesidad de poner en duda sus motivos o su patriotismo”.

¿Cuántos de nuestros queridos y comprometidos políticos se han enterado del discurso? ¿Cuántos, lo han entendido y asimilado?

Mientras tanto, la Generación del No hace de la contemplación un verdadero arte al tiempo que encauza su “patriótico existir” a incubar piedras.

http://impreso.milenio.com/node/8763180


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