Horacio Besson
México-Francia: la necesidad de un triunfo
¿Cuándo veremos de nuevo al sol?
(“Nocturno de la ciudad abandonada”)
Octavio Paz
Bicentenario del inicio de la independencia. Su máximo símbolo está rodeado por miles. Vítores, sonrisas, cornetazos y el “puuuuuuuuuuuuuuuuuuutos” infaltable. El ángel retumba. Almas que se dejan ondear en bandera tricolor.
El orgullo es esférico y la valentía para defender a la patria se vive en los pies. No hay más: a miles de kilómetros, fuera del territorio nacional, el nacionalismo retumba en el campo de batalla.
No es en el Castillo de Chapultepec envolviéndose en una bandera. No es en la toma de la Alhóndiga de Granaditas encarnados en El Pípila ni tampoco con el Ejército de Oriente defendiendo a Puebla de los Ángeles (Zaragoza) sino en Polokwane, Sudáfrica, donde se revalida el ser mexicano.
El dos cero sobre la selección francesa de futbol significa más que un supuesto refrendo del triunfo sobre las tropas de Napoleón III hace ya 148 años.
El mexicano de ahora tiene una enorme e imperante necesidad de un soplo de alivio ante su cotidianidad asaltada por todo tipo de amenazas: Pandemias mutadas en temores y de encierros impuestos donde tocarse se volvía prohibitivo; violencia en cada poro de esta tierra, donde cabezas humanas caen como frutos podridos y donde el fuego cruzado lo mismo mata a niños como a estudiantes y amas de casa. La palabra narco domina en los titulares de periódicos y noticiarios, en calles y vidas de millones. Y la eternamente recurrente crisis económica carcomiendo el bolsillo.
Todo, embrollado por esa Generación del No, entiéndase políticos de todo signo, color e ideología, que dilapida oportunidades para clausurar al (nuestro) futuro.
Sentir orgullo de pertenecer a un país triunfante y envidiable. Eso quiere el mexicano. En cualquier área, disciplina, campo o circunstancia. Y ayer, Javier Hernández Chicharito y Cuauhtémoc Blanco le dieron esa satisfacción.
¿Superficial? ¿Olvidable? ¿Manipulable por televisoras, trasnacionales y políticos? Quizá, pero es una válvula de escape que los 110 millones de mexicanos necesitan ahora y que no encuentran en otro lugar.
Ayer, el mal llamado Ángel de la Independencia retomó por unas horas su verdadero significado y origen: el de ser una diosa, Niké. La divinidad de la Victoria.
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