viernes, 29 de enero de 2010
viernes, 22 de enero de 2010
Por Horacio Besson
"Yo escribiré la Biblia perfecta"
"Yo soy Jesucristo. Os anuncio el fin del mundo”. Mehmed Alí Agca pronunciaba su “divina” revelación al comienzo del juicio por el fallido atentado contra Juan Pablo II.
Era la Roma de mediados de los ochentas. La guerra fría era el telón para las historias de espionaje que corrían en ambos lados de la Cortina de Hierro.
Para este fin de semana, a 25 años de su autoproclamación como “El Mesías”, Alí Agca estará contemplando una blanca Ankara (el meteorólogo promete ligeras nevadas para la capital turca) en completa libertad.
Vendedor de agua y de carbón, simpatizante de la extrema derecha, miembro de grupos terroristas palestinos, delincuente de poca monta, trotamundos, asesino y prófugo. De casi todo ha sido este turco de 52 años.
Pero sin duda, su paso a la Historia se concretó a las 17 horas con 21 minutos de un romano 13 de mayo de 1981 cuando tres balas de su Browning nueve mm, y ante 20 mil fieles, alcanzaron abdomen, mano izquierda y brazo derecho del Papa polaco.
A partir de ese momento, el megalómano se convirtió en una especie de trapecista en el que lo mismo obtuvo clemencia papal, reducción de condena por buena conducta como un indulto, en 2000, por parte del gobierno italiano.
Coincidencias de la vida (y de la muerte): Francesco Pasanisi, el policía que saltó al coche en el que viajaba Juan Pablo II para protegerlo de los disparos, falleció el mismo lunes en el que Alí Agca dejaba la prisión. El otro gendarme que ayudó al Pontífice, Alois Estermann, fue asesinado en 1998, junto a su esposa, por su cabo asistente de 23 años que terminó suicidándose.
Comparando, lo hecho en la misa de Gallo de la Nochebuena pasada por Susanna Maiolo en su efusiva iniciativa de abrazar a Benedicto XVI, que quizá por una diabólica intervención confundió a Ratzinger con un quarterback del equipo contrario al que había que tacklear, es pecata minuta. Sin embargo, la facilidad que tuvo la trastornada ítalo-suiza la pudo tener cualquiera con intenciones muy distintas.
Por cierto, el móvil del intento de asesinato de Juan Pablo II sigue siendo un misterio.
http://impreso.milenio.com/node/8707383
viernes, 15 de enero de 2010
Por Horacio Besson
Haití, cuando el país duele
"Produce una inmensa tristeza pensar que la naturaleza habla mientras el género humano no escucha."
Víctor Hugo
En 1804, sólo dos países de toda América presumían su status independiente: Estados Unidos y Haití. Hoy, más de 200 años después, la Historia muestra su doloroso sarcasmo: al tiempo que EU es, aún, la nación más rica y poderosa del planeta, Haití es el país más pobre de todo el continente.
Haití es sinónimo de miseria y desolación. No hay más para este territorio del tamaño de Nayarit y en el que cada uno de sus habitantes gana, en promedio, tres y medio dólares diarios (un nayarita gana 13 dólares al día). La economía haitiana es tan pequeña que cabe en una bolsa de súper: bastan 10 días para que Walmart venda el equivalente del PIB de todo un año del país caribeño. Un año de ventas de la compañía estadunidense equivale a 36 años de riqueza haitiana.
Las exportaciones no llegan ni siquiera a los 500 millones de dólares. Dimensionemos: el Grupo Modelo –sí, el de la cerveza Corona—vendió al exterior 2,774 millones de dólares en 2008. Datos económicos que van más allá de las estadísticas y que cuando aterrizan en la realidad diaria, estremecen: ocho de cada diez haitianos viven en la pobreza extrema.
Pero si la economía pone el muñeco, los políticos clavan los alfileres en el macabro rito vudú contra el propio pueblo haitiano.
Apenas independizada de Francia, Haití es botín de la ambición con esbozos caricaturescos –y macabros—de monarquías bananeras, ocupaciones extranjeras (EU), 30 golpes de Estado y dictadores sanguinarios representados en los repugnantes Papa Doc y Baby Doc y sus embrutecidos Tonton macoutes. Casi 30 años de la tiranía Duvalier que, en la danza macabra que se aferra en Haití, asesinó a más de 30 mil personas.
Hoy, los haitianos sufren de nuevo. Esta vez, la fuerza de la naturaleza fue la que se ensañó con este pueblo a través de un movimiento telúrico de 7 grados Richter y un minuto de duración. Y la miseria de siempre se encargó de potencializar el dolor que pudo haber sido menor. Una comparación: el temblor del 22 de enero de 2003, con una magnitud de 7.6 Richter y 50 segundos de duración, que asoló el centro y occidente de México, principalmente a Colima, apenas causó daños.
Hace dos años, René Préval, el ahora damnificado presidente, recibía ayuda internacional tras un fuerte huracán que golpeó a la isla. Entonces lanzó una dramática sentencia que ahora retumba más que nunca en nuestras conciencias: “Una vez que se agote esta primera ola de compasión humanitaria, seremos abandonados como siempre, verdaderamente solos, para enfrentar catástrofes nuevas y reiniciar, como si fuera un ritual, los mismos ejercicios de movilización”.
Una demoledora frase con tintes de premonición que, seguramente, será nuevamente cumplida.
http://horaciobesson.blogspot.com/
sábado, 9 de enero de 2010
De Tácticas y Estrategias
Horacio Besson
2010, el "íntimo placer” de viajar
Antes de entrar a las salas de espera para tomar algún vuelo internacional en la Terminal 2 del Aeropuerto de la Ciudad de México, uno puede matar el tiempo en un restaurante del primer piso. Ahí, grandes fotos en blanco y negro de aviones de Mexicana decoran las paredes. Las imágenes, quizá de los años cuarentas y cincuentas del siglo XX, retratan a pasajeros bien atendidos, elegantes y sonrientes. Eran tiempos de la post guerra pero no había temores de que algún miembro perteneciente a la Hitlerjugend, o a la oligarquía de Hiroshima, fuera capaz de convertirse en bomba humana. Eran otros tiempos.
Ahora, gracias a las ínfulas fracasadas de un juniorcito nigeriano (hasta para ser extremista se necesita inteligencia) que jugaba a ser terrorista con una jeringa con 80 gramos de pentrita en un pañal, las medidas de control en los aeropuertos internacionales amenazan con rayar en la paranoia.
Así, por caprichitos de Umar Farouk Abdulmutallab de hacerse explotar en plena Navidad en un avión de Northwest Airlines con 289 personas abordo se encendieron los focos rojos que el 11-S había creado.
Entre las medidas de seguridad que se quieren implementar en los principales aeropuertos internacionales destaca la del polémico sistema del escaneado corporal.
El problema es que éstos aparatejos, que cuestan entre 130 mil y 160 mil dólares cada uno, atraviesan, cual superhéroe de historieta, la ropa dejando a la vista de los elementos de seguridad todas las intimidades del pasajero: cicatrices, prótesis, voluptuosidades, gorduras, y sí, genitales.
Los scanners tienen unos generadores de rayos X de baja intensidad que crean dos imágenes tridimensionales, una del frente del cuerpo y otra de la parte trasera, que permiten ver en unos monitores si el viajero trae explosivos plásticos o líquidos indetectables con el tradicional detector de metales.
El JFK de Nueva York y el Internacional de Los Ángeles, junto a otros 17 aeropuertos más de EU tienen al menos 40 scanners corporales en funcionamiento. Si bien, hoy en día, su uso sólo se limita a sospechosos que tienen la opción de someterse a ellos o a una revisión corporal, tras la travesura del pequeño Farouk, los estadunidenses adquirirán 150 más en menos de un año y podrían ser de uso obligatorio para todos los que deseen viajar.
Holanda, Gran Bretaña y Nigeria ya anunciaron su implementación. Alemania, Suiza y otros países estudian la posibilidad de adquirirlos.
Resulta extraño, y un poco irónico entonces, observar las fotos de cuando viajar por avión era un placer y, quizá, un caprichoso lujo y que era, de alguna manera, sinónimo de libertad. Hoy es una incómoda necesidad cada vez más enjaulada, intimidatoria y agraviante. No está de más la advertencia de Kundera: “La persona que pierde su intimidad lo pierde todo”.
http://impreso.milenio.com/node/8699764