sábado, 9 de enero de 2010

De Tácticas y Estrategias

Horacio Besson

2010, el "íntimo placer” de viajar

Antes de entrar a las salas de espera para tomar algún vuelo internacional en la Terminal 2 del Aeropuerto de la Ciudad de México, uno puede matar el tiempo en un restaurante del primer piso. Ahí, grandes fotos en blanco y negro de aviones de Mexicana decoran las paredes. Las imágenes, quizá de los años cuarentas y cincuentas del siglo XX, retratan a pasajeros bien atendidos, elegantes y sonrientes. Eran tiempos de la post guerra pero no había temores de que algún miembro perteneciente a la Hitlerjugend, o a la oligarquía de Hiroshima, fuera capaz de convertirse en bomba humana. Eran otros tiempos.

Ahora, gracias a las ínfulas fracasadas de un juniorcito nigeriano (hasta para ser extremista se necesita inteligencia) que jugaba a ser terrorista con una jeringa con 80 gramos de pentrita en un pañal, las medidas de control en los aeropuertos internacionales amenazan con rayar en la paranoia.

Así, por caprichitos de Umar Farouk Abdulmutallab de hacerse explotar en plena Navidad en un avión de Northwest Airlines con 289 personas abordo se encendieron los focos rojos que el 11-S había creado.

Entre las medidas de seguridad que se quieren implementar en los principales aeropuertos internacionales destaca la del polémico sistema del escaneado corporal.

El problema es que éstos aparatejos, que cuestan entre 130 mil y 160 mil dólares cada uno, atraviesan, cual superhéroe de historieta, la ropa dejando a la vista de los elementos de seguridad todas las intimidades del pasajero: cicatrices, prótesis, voluptuosidades, gorduras, y sí, genitales.

Los scanners tienen unos generadores de rayos X de baja intensidad que crean dos imágenes tridimensionales, una del frente del cuerpo y otra de la parte trasera, que permiten ver en unos monitores si el viajero trae explosivos plásticos o líquidos indetectables con el tradicional detector de metales.

El JFK de Nueva York y el Internacional de Los Ángeles, junto a otros 17 aeropuertos más de EU tienen al menos 40 scanners corporales en funcionamiento. Si bien, hoy en día, su uso sólo se limita a sospechosos que tienen la opción de someterse a ellos o a una revisión corporal, tras la travesura del pequeño Farouk, los estadunidenses adquirirán 150 más en menos de un año y podrían ser de uso obligatorio para todos los que deseen viajar.

Holanda, Gran Bretaña y Nigeria ya anunciaron su implementación. Alemania, Suiza y otros países estudian la posibilidad de adquirirlos.

Resulta extraño, y un poco irónico entonces, observar las fotos de cuando viajar por avión era un placer y, quizá, un caprichoso lujo y que era, de alguna manera, sinónimo de libertad. Hoy es una incómoda necesidad cada vez más enjaulada, intimidatoria y agraviante. No está de más la advertencia de Kundera: “La persona que pierde su intimidad lo pierde todo”.


http://impreso.milenio.com/node/8699764

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