sábado, 13 de febrero de 2010

De Tácticas y Estrategias

Horacio Besson

La indomable libertad de Mandela

Fueron 27 años de prisión. 18 de ellos en una celda de 2.5 x 2.1: cinco metros con 25 centímetros cuadrados que enjaulan el cuerpo. Que intentan ahogar la libertad. Una vez fuera de la cárcel, ¿cómo enfrentar a los opresores? ¿Cómo reaccionar ante la vida?

Nelson Mandela tiene su fórmula: perdonar para unificar y gobernar. Pero también pintando: “Los dibujos no tratan de mí, sino de mi país. He dibujado manos porque las manos son instrumentos muy poderosos: pueden herir o curar; castigar o exaltar”.

Ayer, se cumplieron 20 años de la liberación de este obstinado sudafricano, vivo ejemplo, encarnizado, fusionado al espíritu, de la indulgencia y del optimismo.

De su salida de la prisión a su llegada a la presidencia, pasaron sólo cuatro años. “En Sudáfrica, para ser presidente, primero hay que pisar la cárcel”, se justifica.

Pero para llegar al palacio presidencial de Pretoria, Rolihlala (nombre que le puso su padre y que significa “el que trae problemas”) vivió, sufrió, la opresión y el odio de un régimen impuesto por la minoría blanca que lo mismo lo juzgó por traición, sabotaje y conspiración como lo condenó a cadena perpetua.

¿Y cómo respondió entonces este príncipe heredero del clan real xhosa, de la región Transkei al que los afrikáner intentaron reducir a un simple número, el del reo 46664? “Mi ideal más querido es el de una sociedad libre y democrática en la que todos vivan en armonía con igualdad de oportunidades (...) Un ideal por el que estoy dispuesto a morir”.

Hoy Madiba (“abuelo venerable”) tiene 91 años. Está enfermo y rara vez se le ve en público (alguna vez afirmó que no lo dejaban jubilarse “porque dicen que estuve holgazaneando durante 27 años”, refiriéndose a su etapa de reo). Ayer hizo un esfuerzo y acudió al parlamento donde fue honrado en el vigésimo aniversario de su liberación.

Me encuentro un cable de Reuters donde se cita a un electricista sudafricano de 25 años, llamado Richard Ndogeni, que refleja la nostalgia por un Mandela presidente: “Los políticos de hoy sólo se están comiendo el dinero. No están haciendo su trabajo. Sólo se preocupan de coches y casas, no de las personas”.

Y tiene razón. Es una queja que pudiera decirla cualquier electricista de África, Latinoamérica o cualquier otra parte del mundo ante la ausencia de más “Mandelas”.

Pero inmisericorde, Nadine Gordimer se encarga de borrarnos cualquier ingenua ilusión: “Nunca habrá otro Mandela”.

http://impreso.milenio.com/node/8718339

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