viernes, 19 de marzo de 2010

De Tácticas y Estrategias

Horacio Besson

Cuba: el tiempo se agota

Dicen que hay más tiempo que vida. Al menos, La Habana piensa así. Hoy, Guillermo Fariñas cumple 25 días sin comer ni beber nada. Exige la excarcelación de 26 presos políticos. Hasta ahora ha chocado con pared: con obcecada actitud, el gobierno cubano no cede. Al contrario, decide, en una especie de mutismo que raya en el autismo, esperar a que el disidente se canse y abandone su propósito. O se muera.

El problema es que el mundo está observando. A a la defensiva, La Habana contraataca.

El Granma habla de una prensa occidental cuyos “titulares malintencionados se esmeran en orquestar una campaña en favor del contrarrevolucionario Guillermo Fariñas” que de esta forma, asegura el diario, “responden a los intereses imperialistas contra nuestro país”. Granma también minimiza el papel de Fariñas al afirmar que tiene un “claro desajuste de su personalidad” que se traduce en agresividad como cuando, añade, golpeó a una mujer o agarró a bastonazos a un anciano.

La indiferencia ante la muerte de Orlando Zapata y ahora ante la huelga de hambre de Fariñas, así como la manera despectiva de calificarlos; el sistema de justicia por demás hermético, el monopolio de la información y también, se pretende, de la razón, que impide opinar distinto a lo que digan las autoridades sin ser tachado de contrarrevolucionario, todo esto refleja la estrechez de miras del gobierno cubano para defender su propia postura.

Es cierto, el río está revuelto. Sectores de Miami y recalcitrantes castrofóbicos en todo el mundo se convierten en ávidos pescadores. El problema es que quien revolvió las aguas fue la propia Habana.

Por más argumentos —válidos o no— que el gobierno cubano utilice para defenderse y para descalificar las críticas que se le han venido encima, por más que se sienta atacado (la condena emitida por el Parlamento Europeo por la “cruel y evitable” muerte de Zapata es, para La Habana, una “conjura en marcha”), el problema de fondo es que otra vida está en juego. Otra vida y todo un sistema judicial que es constantemente señalado por su deficiencia en garantizar los derechos humanos de sus procesados.

La Habana debe acceder a la demanda de Fariñas, no porque se trate de ceder principios o tragarse el orgullo, sino para mostrar —mostrarse— que sabe escuchar y rectificar. Si él muere, los gobernantes cubanos tienen mucho que perder y poco, muy poco, que ganar.

Pero quizá para eso, pensará Raúl Castro, hay más tiempo que vida.

http://impreso.milenio.com/node/8737280

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