De Tácticas y Estrategias
Horacio Besson
La desesperación de Netanyahu
Quien se enoja, pierde. Y quien se desespera, también.” Vieja advertencia que el gobierno israelí ha olvidado para actuar, pareciese, de forma precipitada y sin mucha sensatez.
El vicepresidente de EU, Joe Biden, tiene toda la razón cuando afirma que Israel está en su “derecho absoluto” a defender su seguridad. El Estado israelí existe y debe seguir existiendo, pese a los deseos de Mahmud Ahmadineyad. Pero afirmar que los soldados israelíes actuaron “en defensa propia” en el asalto al barco turco Maví Mármara es usar argumentos por demás endebles.
Los hechos son irrefutables: al menos, nueve muertos. Todos civiles. Todos turcos (uno de ellos con ciudadanía estadunidense). Todos en un barco que navegaba en aguas internacionales (no israelíes). La nave es de bandera turca, por lo tanto, bajo jurisdicción de Ankara.
¿En “defensa propia”? Es decir, con esta óptica, ¿es válido matar a nueve personas que, por más agresivo que hubiera sido su comportamiento, no estaban en territorio israelí y sólo usaron palos, patadas y puños contra uno de los ejércitos mejor preparados y equipados?
Bajo ese argumento, ¿las autoridades griegas tienen derecho a matar “en defensa propia” a los coléricos ciudadanos atenienses que los atacan con palos y fuegos pirotécnicos? ¿O la policía de la Ciudad de México a fulminar a los del “barrio bravo” por asaltar con violencia el Turibús?
El diario israelí Maariv hace eco de la opinión interna: 61 por ciento de los israelíes no transige a los videos publicados por el ejército y piensa que la flotilla pudo ser frenada de otra manera. Y 74.8 por ciento exige la dimisión de Ehud Barack, ministro de Defensa.
Hamas es el gran dolor de cabeza de Benjamín Netanyahu y en la lucha por imponer la mejor estrategia para vencer, la resistencia islámica, pese a ser considerada como grupo terrorista por EU y Europa, se ha convertido en una especie de víctima, cuando dista mucho de serlo, gracias al exceso de violencia y poder, aderezados con la desesperación, con los que Israel la ha intentado combatir.
Como en un juego de espejos que se enfrentan, Hamas argumenta que ataca porque es atacado. Israel aduce lo mismo. Y el reflejo de los espejos se prolonga al infinito.
Hamas no es sólo un grupo por demás refractario y desafiante. Es una idea que impregna hasta la médula en la Franja de Gaza: en los últimos comicios legislativos, en 2006, la agrupación obtuvo la mayoría con 76 escaños, de los 132 que componen el Parlamento, con la participación de 85.65 por ciento de los ciudadanos con derecho a voto. Intentar desaparecerlo, sólo atiza entre los palestinos un nacionalismo lleno de odio y, lamentablemente, de antisemitismo. Atacar un barco civil que afirma llevar ayuda humanitaria a un paupérrimo pueblo y matar a nueve de sus pasajeros “en defensa propia”, sólo abona puntos al contrario y resta muchos al atacante.
La desesperación no es buena consejera, ya que podría confundir y ser interpretada como sinónimo de un Estado arrinconado. Y los israelíes no se merecen eso de su gobierno.
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