De Tácticas y Estrategias
Horacio Besson
El juego de Uribe y Chávez
Uribe lo logró. Hugo Chávez por fin hizo lo que por mucho tiempo amenazó con hacer. Y qué estilo de llevarlo a cabo: a la intemperie, haciéndose acompañar de un extranjero (ex futbolista para más señas) que, a la vez, ha declarado que la fidelidad que le tiene al mandatario venezolano es “a muerte”.
Desde luego, Chávez está acongojado hasta más no poder: “Lo anuncio con una lágrima en el corazón: Venezuela rompe a partir de este momento todas las relaciones con el gobierno de Colombia”.
En política (y más si se trata de la que regula las relaciones internacionales) no se puede actuar de manera impulsiva e irreflexiva. Tarde o temprano el boomerang regresa cuando uno se encuentra de espaldas. Y Chávez, una vez más, dio muestras de que cuando toma sus decisiones lo hace sin mucha planeación.
Caso contrario de Uribe, que demostró que todo lo tenía calculado para despedirse de su vecino. Pero ¿para qué? ¿Con qué propósito Uribe decidió, a menos de un mes de abandonar la presidencia, remover las viejas acusaciones contra Caracas que afirman que da refugio a líderes de las FARC?
Chávez tiene su muy particular explicación: “Uribe es un enfermo lleno de odio”. Pero Uribe no está enfermo. Sólo mueve sus piezas a sabiendas que se va de la silla presidencial a regañadientes, avalado con un alto nivel de popularidad, y porque no tiene de otra al ser impedido a un tercer mandato.
Y ahí está el punto, sabiendo que Santos no se dejará dominar y que tiene el propósito de concretar un acercamiento con Caracas una vez en el poder, Uribe busca hacer patente que aun sin la presidencia en sus manos, seguirá siendo un hombre poderoso.
Sólo era cuestión que Uribe lanzará la carnada en el momento justo. Porque sabiendo Chávez que el nuevo gobierno colombiano intentará limar las asperezas y que apenas faltan 15 días para que Santos asuma la presidencia, ¿para qué romper relaciones?
Chávez tiene de nuevo la respuesta: “por dignidad” ante la solicitud colombiana en la OEA de que se forme una comisión internacional para verificar la presencia de campamentos guerrilleros en Venezuela.
El venezolano se defiende y afirma que su gobierno “persigue y hostiga” a la insurgencia colombiana. Claro, por si acaso, se cura en salud y declara que “si hubiera algún campamento guerrillero colombiano (en Venezuela) sería sin autorización” de su gobierno.
Mientras, desde Brasil, Lula da una magistral prueba de lo que es ser un estadista: “Si estuviera en mi sano juicio y tuviera mis neuronas perfectas, me contentaré con ser un buen ex presidente de la República, sin dar pálpitos en la vida de quien está gobernando”.
Buen consejo para Uribe y Chávez.
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