De Tácticas y Estrategias
Cuba y el incómodo Sajarov
Horacio Besson
El Premio Sajarov nació para incomodar. De acuerdo a su propia definición, el galardón es otorgado a los que “luchan contra la intolerancia, el fanatismo y la opresión”.
Incomoda, pues apunta sus dardos de advertencia a los grupos de poder que le hacen la vida imposible a los que han decidido hacerles frente.
Desde que en 1988, la primera vez que se otorgó en honor del científico y disidente soviético Andréi Sajarov, fue entregado a Nelson Mandela y al ruso Anatoli Marchenko, quedó más que clara su esencia.
A partir de ese momento, cada año, sus reconocimientos dividen opiniones y encolerizan a gobiernos —y a sus incondicionales— o a grupos de terroristas o extremistas (en el 2000, la asociación ¡Basta ya! fue reconocida por su lucha por el Sajarov por su oposición contra la ETA y en 1994, la bengalí Tasmina Nasrin recibió el premio por su activismo a favor de los derechos de la mujer desatando la ira del extremismo musulmán).
Esta vez, el Premio Sajarov mueve sus piezas para apretar la tuerca en torno a la Cuba de los hermanos Castro.
El propio Guillermo Fariñas lo reconoce: “El Parlamento Europeo está enviando un mensaje a los gobernantes cubanos de que ya es hora de que haya democracia y libertad de conciencia y expresión en Cuba”.
Atiza los reclamos de disidentes y críticos para que eleven sus exigencias a esa nomenklatura anquilosada y provoca a los eternos defensores de Fidel.
Y es que el mensaje contra la Cuba castrista ha sido constante: en 9 años, la disidencia caribeña ha recibido el Sajarov en tres ocasiones: en 2002 a Oswaldo Payá y en 2005 a las Damas de Blanco.
Claro, toda buena intención tiene sus intereses e intenciones y el Parlamento Europeo no es la excepción, siendo dominado por conservadores. Así, el tinte político se acrecienta para que derecha e izquierda argumenten, descalifiquen y lleven agua a sus propios molinos.
Tan sólo un ejemplo: al tiempo que los eurodiputados conservadores festejaban, la cabeza de los socialistas europeos en Estrasburgo, el alemán Martin Shultz, callaba y se mostraba inexpresivo tras conocerse el nombre de Fariñas para el Sajarov.
Pero más allá de los pescadores ideológicos (sea cual sea el bando), Fariñas tuvo la voluntad para desafiar y no ceder. Podrá recibir miles de insultos, pero no cualquiera resiste lo que él resistió: 135 días sin comer para lograr un resquicio en la inflexible Habana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario