miércoles, 27 de abril de 2011

De Tácticas y Estrategias

¡Indignez-vous!

Horacio Besson

“En los ojos del joven arde la llama, en los del viejo brilla la luz.”

Víctor Hugo

Tiene 93 años y, de acuerdo a sus propias palabras, se encuentra “en la etapa final’’. Quizá por ello, busca hacerse eco en los que tienen seis, siete e incluso ocho décadas menos y encontrar una tabla de salvamento para esa humanidad que ante su entorno en pleno diluvio, se muestra somnolienta y alienada.

El llamado “padre” de los Derechos Humanos, Stéphane Hessel, busca espabilar a esa juventud que en el nacimiento del siglo XXI se está dejando permear con la indiferencia y les grita: “¡Indignez-vous!”.

Sí, indignarse ante la intolerancia, ante los crímenes, ante la destrucción del medio ambiente, ante la manipulación del miedo, de la fe y del mercado y ante la erosión de los derechos humanos.

Hessel sabe de lo que habla, no sólo es un sobreviviente de las torturas de la Gestapo durante la Segunda Guerra Mundial, sino que fue parte del equipo redactor de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que hace más de 60 años la Asamblea General de la ONU adoptó en el Palacio de Chaillot, de París. Por cierto, el único aún con vida.

“Quisiera que la gente tomara conciencia del hecho de que las cosas no marchan bien en esta sociedad ni en esta época”, declara Hessel en entrevista con la AP tras el fenómeno de ventas en que se ha convertido su pequeño libro (es de sólo 32 páginas y cuesta 3 euros) ¡Indignez-vouz! (¡Indígnense!) en Francia desde octubre pasado, cuando salió a la venta. Y justifica su llamado a la juventud: “Lo constatan a diario, y se sienten infelices, o desafortunados. Piensan que las cosas no deberían ser así. Pero no hacen nada al respecto”.

¿Se le puede tachar de ingenuo a este francés que participó en la Resistencia contra la ocupación nazi y escapó de morir en la horca en el campo de concentración de Buchenwald?

En 2009, Hessel le respondía a El País ante una inquietud similar en torno a la Declaración Universal:

“No éramos ingenuos. Sabíamos que lo que proclamaban no reflejaba la realidad, eran un ideal hacia el cual tender. Estábamos en un momento de la historia, entre 1945 y 1948, que nos permitía ser audaces. Y fuimos tan lejos como nos dejaron ir”.

http://impreso.milenio.com/node/8894947

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