martes, 26 de abril de 2011

De Tácticas y Estrategias

La mágica elocuencia de un soñador

Horacio Besson

La blanca Estocolmo está bajo cero. Para Julian Assange, quizá sea un mal presagio. Pero para Mario Vargas Llosa ha sido el escenario de una dulce y fructífera semana en el Báltico.

El domingo pasado, el escritor se lo explicaba así a Anaís, que en sus brazos y con sólo 10 meses de vida, le escuchaba atenta mientras volaban de península a península (de la ibérica a la escandinava): “Viajamos a Estocolmo, la capital de un país que se llama Suecia, donde a tu abuelo le van a dar un premio”.

A partir de entonces, esa vorágine iniciada en el amanecer neoyorquino del 7 de octubre cambió su ritmo. Bastaba una cena familiar en el viejo Den Gyldene Freden, de la calle Österlanggatan 51, para hacerse de Estocolmo, sentirse en casa y dejarse llevar por el gozo de saberse amado (por su familia), admirado (por sus lectores), envidiado y repudiado (las adversas opiniones que tengan de él en Caracas, La Habana, La Paz y Managua le son un aliciente para seguir pregonando que “las dictaduras deben ser combatidas sin contemplaciones”).

Dos días después, mientras el mundo se indignaba —o regocijaba— por saber que Assange era apresado a pedido de la justicia sueca, en Estocolmo, Vargas Llosa nos confiaba sus grandes pasiones envueltas en regocijos, anhelos, una que otra frustración y entrañables recuerdos.

En Elogio de la lectura y la ficción, discurso pronunciado por el escritor el martes pasado con motivo de la aceptación del Nobel, cada frase está ahí para conmover. No sobra nada. No hace falta nada. Si, conmueve tanto en su acepción de enternecer como en el de alterar (en este caso a Evo Morales, Daniel Ortega y Hugo Chávez).

Más allá de sus convicciones políticas (con las que podemos coincidir o disentir), el discurso nos recuerda que la lectura es magia para romper “las barreras del tiempo y del espacio” y convertir “el sueño en vida y la vida en sueño”.

Pero no sólo se trata de vivir los sueños, se trata de convencernos que “la ficción es más que un entretenimiento, más que un ejercicio intelectual que aguza la sensibilidad y despierta el espíritu crítico. Es una necesidad imprescindible, insiste Vargas Llosa, para que la civilización siga existiendo, renovándose y conservando en nosotros lo mejor de lo humano”.

¿Porqué tantos elogios a la lectura y a la ficción por parte de Vargas Llosa? Porque al final, nos advierte, “un mundo sin literatura sería un mundo sin deseos ni ideales ni desacatos, un mundo de autómatas privados de lo que hace que el ser humano sea de veras humano: la capacidad de salir de sí mismo y mudarse en otro, en otros, modelados con la arcilla de nuestros sueños”.

De eso y sobre todo, de “convertir en posible lo imposible”.

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