De Tácticas y Estrategias
Chile, esperanza de nuestra propia tragedia
Horacio Besson
¿Por qué millones de seres de todos los rincones del planeta se concentraron en la operación de rescate de los 33 mineros?
La cabeza de la edición impresa de ayer del diario español El País nos da una pista: “Chile conmueve al mundo”.
De acuerdo a la Real Academia Española (RAE), conmover es “perturbar, inquietar, alterar, mover fuertemente o con eficacia” y también “enternecer”.
Y eso sucedió: para los mil millones de personas (de acuerdo al gobierno chileno) que vieron en directo el rescate y para los otros cientos de millones más que lo siguieron de forma indirecta, la incertidumbre que significó todo el proceso de salvamento (búsqueda de vida, contacto, construcción del túnel, descenso de la cápsula y, finalmente, la salida a la superficie de cada uno de los mineros) implicó en distintas medidas, perturbación, inquietud y enternecimiento.
¿Por qué? La respuesta nos la da, al menos a los mexicanos, el Cerdotado en su viñeta de ayer cuando sueña que una cápsula similar a la Fénix 2 saca a uno de nuestros connacionales de las profundidades. “Ahora faltan menos de 108 millones de mexicanos para ‘sacar del hoyo’”, afirma en su sueño.
El ver a los mineros en la peor de las tragedias, en un duelo entre la vida y la muerte, nos conectó con nuestras propias desgracias. Su triunfo lo hicimos nuestro como un ejemplo de que en todo puede haber una salida: de una enfermedad, de un accidente, de una guerra, de la violencia, de un duelo, de un infierno interior.
Nuestro emotivo interés se acrecienta al enterarnos de la capacidad de reacción, tenacidad y constancia por parte del equipo de rescate que traducimos en un “no estuvieron nunca solos”. El observar los esfuerzos del gobierno chileno sin importar los obstáculos, el tiempo o el dinero (Piñera habla de un costo de entre 10 y 20 mdd) mitiga a nuestros propios miedos al creer que cuando necesitemos ayuda, la tendremos, por más titánica que sea la aventura para lograrlo.
Quizá por eso, el periódico La Nación, de Buenos Aires, también en su edición de ayer, puso el dedo en la llaga: “Nos da envidia. Despierta admiración y, en el fondo, nostalgia: ¿cuánto hace que los argentinos no nos enorgullecemos de nosotros mismos como sociedad en lugar de vanagloriarnos por el crédito de un polo o un sector en particular? Esa es la diferencia con Chile, acaso más monumental que la cordillera de los Andes. Y es, también, la consecuencia de vivir en una guerra permanente contra nosotros mismos en la cual es imposible que haya ganadores”.
Una reflexión en donde México ve reflejado su propio rostro.
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