lunes, 9 de mayo de 2011

De Tácticas y Estrategias

Las pesadillas de Kurosawa (y el renacimiento del cerezo)

Horacio Besson

Entre tumultos de japoneses que corren desesperados, un hombre pregunta contrariado: “¿El Fujiyama entró en erupción? ¡Qué terrible!”. Una mujer le responde: “¡Es algo peor! ¿No lo sabías? Hubo una explosión en la planta nuclear!”

En otra escena, una madre con sus dos hijos en brazos increpa a las autoridades: “¡Nos dijeron que las plantas nucleares eran seguras! (…) “No habrá accidentes, no hay peligro. Eso fue lo que nos dijeron. ¡Que mentirosos!”

A primera lectura, podríamos confundirnos y pensar que los testimonios anteriores fueron recogidos recientemente por la prensa mundial entorno al accidente nuclear de Fukushima. Pero no, fueron realizados en 1990 y son parte de la película Sueños del director japonés Akira Kurosawa y producida por Steven Spelberg. Kurosawa explicó en su momento que la película, dividida en ocho historias distintas, había nacido de los sueños reales que tuvo mientras dormía.

Y es justo la sexta historia, llamada El Fujiyama en rojo, la que estremece por las advertencias proféticas: un accidente en una planta nuclear japonesa.

Kurosawa no se queda en el accidente atómico que provoca caos y destrucción, sino que plasma las consecuencias de la radiación. Sin contemplaciones, su séptima historia, El demonio lastimero, representa escenas dantescas donde no queda nada, salvo la desolación y el eterno castigo a los poderosos que sobrevivieron: ahora son demonios con perpetuos sufrimientos condenados a nunca morir. “¡La estupidez humana hizo esto!” grita, impotente, un demonio menor.

Pero Kurosawa quiere despertar sin pesadillas, y su última historia es un sueño lleno de esperanza. En La aldea de los molinos de agua, los campesinos viven en absoluta armonía con el entorno. Un foráneo “occidentalizado” llega a las orillas del poblado y conversa con un viejo aldeano que le da una cátedra de vida. No hay más dolor ni tristezas, se vive con pleno respeto a la naturaleza. Ningún rastro de la apocalíptica visión de sus dos historias anteriores. Todo ha renacido. Incluso la muerte como una etapa más de la vida. Los funerales de una anciana se toman con un cariz no de dolor sino de un agradecimiento por lo que fue en vida. Un ciclo de la naturaleza, no adelantado por el hombre.

A finales de abril y principios de mayo, se realiza el florecimiento de los cerezos. Entonces, millones de japoneses salen a sus parques para atestiguarlo. Le llaman Hanami. Una fiesta para celebrar el fin del invierno y la llegada de la primavera. Y con ella, el de la sakura (flor de cerezo). Es, al final de cuentas, tener la certeza de que, pese a la muerte, dolor, incertidumbres y amenazas que se ciernen sobre Japón, habrá un renacimiento.

http://impreso.milenio.com/node/8928759

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